Creí que éramos invencibles,
que un lazo invisible nos unía.
Creí que nos amábamos
y que un hermoso amor nos cobijaba.
Creí que no podrían con nosotros
la codicia, las mentiras, los celos,
la envidia,
ni siquiera la muerte.
Pero hoy, con pena digo:
estaba equivocada.
Nada es invencible,
ni tampoco el amor,
el amor
entre hermanos.
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