No saber cuando el aullido
saldrá como disparo por la boca.
No importará el instante.
No hará caso la herida
y aunque sangre,
dejar que escurra,
que derrame.
Nunca hay certeza del umbral
de la gota que
hará que todo cambie
porque resulta difícil ser piedra,
y dar vuelta la cara
porque no es tan fácil patear todos los tableros
y aunque sufran los pies
por la patada
apartarse y
salir corriendo
como si nada.
Y aunque el no saber apremia
el corazón
y la garganta
alguna vez ha de cortarse el cordón
y decir: basta.
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