El viento
lo había dicho
a su modo,
no pudieron con él
las mujeres rebeldes.
Ha llegado hasta
mí , el soplo
de pasión y
de muerte.
Todo quizás,
estaba escrito:
el principio
y el fin,
la certeza
y la duda.
El amor
y
las pérdidas.
Guardo en secreto voces
que hablan conmigo,
voces y cantos de
otras mujeres.
La bisabuela
india, por ejemplo,
y la mora, de mantón
y abanico.
La melodía andaluza
y la rankel.
El puño de guerrera,
avasallado por el blanco,
y la migrante,
la que no tan calladamente
sufrió
la muerte de algunos de
sus hijos por las guerras y
a otros,
intentó salvarlos,
se dio a la mar
casi sin nada,
abandonó cortijo
y olivares,
metió a sus hombres
en los barcos
y
nunca más
volvió
a
verlos.
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