LA IMPOSIBILIDAD DEL BESO
Aunque en el no tiempo, pueda hacer lo que quiera ya que me sobran horas, me mantengo inmóvil, no puedo salir a caminar, ni sentarme en las plazas a tomar sol junto a otros, tampoco compartir el mate con amigos. No hay adónde ir para estar protegidos del contagio. Conviene quedarse en casa. Tengo que hacerlo aunque no tenga ganas, aunque no quiera y esto que tiempo antes, durante la vorágine y el vértigo, quedarme en casa, hubiera sido el deseo incumplido que me hiciera feliz. Sin embargo ahora, resulta que me asfixia y siento que no sé qué hacer conmigo si no salgo a la calle. Pero pasa que sobran razones para estar alerta y no es secreto: anda rondando por el mundo un virus indómito, al parecer escapado de laboratorio…
sea lo que fuere, el virus está ávido de cuerpos y pareciera que ha hecho retroceder a los malvados.
Porque en tiempos del corona, resulta que es urgente hacerse el muerto; andamos como sombras silenciosas, mirándonos raro desde lejos como si fuésemos extraños y no es posible siquiera dar un beso.
Y es que en verdad, la prohibición no brota del extraño capricho de poderosos insensibles o alocados...
La imposibilidad del beso, tiene que ver con el propio cuidado de los cuerpos.
Porque la gente como uno enferma, se contagia y muere solitaria. Porque no hay respirador que alcance… Porque los cuerpos rígidos de los desprevenidos, tristemente aguardan en camiones fríos, turno de crematorio o cementerio.
Y es que el aislamiento es, según dicen, la única vacuna…
Por eso, la distancia nos salva y lamentablemente nos aleja de la proximidad del beso y del abrazo.
Ojalá sea por poco tiempo-.
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